El Señor Cautivo de Ayabaca: Entendiendo sus orígenes
En el mes de Octubre, la serranía piurana alberga uno de los acontecimientos más importantes de la religiosidad popular peruana: La festividad del Señor Cautivo de Ayabaca, declarada en el 2013 como Patrimonio Cultural de la Nación. Las cifras expuestas por las autoridades de la Provincia y de la DIRCETUR arrojaron un promedio de 80 mil personas en el 2014 durante los días centrales– 12, 13 y 14 de octubre.
Si bien nos encontramos ante una de las más grandes fiestas religiosas, la importancia de ésta no sólo se presenta para los fieles y devotos católicos que la viven cada año, y tampoco se mide únicamente por los ingresos económicos y por las oportunidades que presenta para el sector turístico debido a la gran afluencia de visitantes. Esta festividad es también importante por la historia de sus orígenes y porque en ella encontramos una verdadera fuente de identidad cultural para entender los elementos claves que configuran nuestro ser en sociedad.
Referirnos a la fiesta del Señor Cautivo es remontarnos a la época colonial y al proceso de evangelización que asumió la iglesia católica durante ese período. Podemos decir que el Cristo Moreno de Ayabaca es el resultado de un proceso de “sincretismo religioso”, donde los elementos autóctonos de las creencias prehispánicas (o paganas) se fusionaron con los elementos tradicionales del culto católico - hispano para dar lugar a un cristianismo mestizo cargado de un fuerte contenido popular, visual y artístico, así como predominantemente tangible, es decir se adora, se venera y se reza a aquello que se puede ver, tocar, besar, mirar. Entonces, ¿qué elementos andinos y qué elementos hispanos encontramos en el Señor Cautivo y en su festividad?
En primer lugar, las festividades religiosas ya formaban parte de la cultura prehispánica. Éstas se hacían para rendir culto a una divinidad y a la vez para obtener favores de ésta. Con la llegada del cristianismo, muchos elementos de las fiestas antiguas pasaron a formar parte del culto en las fiestas católicas. Otro elemento prehispánico a tomar en cuenta es la peregrinación, y este acontecimiento es el acto de fe más importante en la festividad del Señor Cautivo de Ayabaca. Antiguamente, el destino de estas peregrinaciones eran los centros ceremoniales o espacios sagrados donde habitaban los dioses y divinidades. Las personas acudían a estos lugares con el objetivo de cumplir una promesa hacia sus dioses y recibir un favor a cambio de ello. Esto es llamado por los investigadores como “reciprocidad”. Es importante mencionar también que la religión prehispánica se caracterizaba por ser funcional, cotidiana y sensorial; es decir la relación entre divinidad – poblador debía generar un impacto en el trabajo, la organización social, la fertilidad, la agricultura, entre otros, y esa experiencia tenía que ser percibido por los sentidos dentro de un espacio vital.
Mientras tanto, con la llegada de los españoles vino también el cristianismo. Una nueva religión que trajo sus propias expresiones y nuevas formas de culto popular, las que a su vez venían impregnadas de prácticas medievales que, anteriormente, también habían sido paganas. De esta manera, llegó a nuestros suelos no sólo la tradición de la fiesta o el símbolo de la Cruz como elementos claves del cristianismo, sino también la llegada de “la imagen sagrada o el Santo”. Para el investigador William Christian, los santos e imágenes sagradas se consideraban como los patronos de las comunidades, convirtiéndose en la realidad cristiana más importante que se traslada a los suelos andinos. Muchas de estas imágenes fueron traídas de España a América, y una vez acá sufrieron también un cambio. La imagen se “indianiza”; pronto fueron llevados en andas, tal como lo hacían con los soberanos incaicos, eran vestidos con colores vivos, los calzaban con usutas, les proporcionaban bellas capas, y en muchos casos el color de la piel se tornaba más oscuro (Jürgen Prien. 1998).
Otro elemento importante para entender la festividad del Señor Cautivo, así como otras manifestaciones religiosas del catolicismo peruano es la gran connotación artística que rodea al cristianismo hispano. Las obras escultóricas mandadas de España o hechas en el Perú colonial hacían referencia a imágenes de Cristos, Vírgenes y Santos, todos ellos elaborados de manera tal, que impactaran y apelaran a los sentimientos y sensibilidades del indio, con el objetivo de adoctrinarlos en la nueva fe.
El Señor Cautivo de Ayabaca y el Cristo de Medinaceli: representación del Ecce Homo
En 1621, Pablo José de Arriaga anuncia en su libro, La extirpación de idolatrías en el Perú, un conjunto de cultos antiguos que los pobladores de la sierra piurana seguían manteniendo bajo la forma de una fiesta o devoción católica. Según el investigador Raúl Zevallos, para adorar a una divinidad llamada Huayhuay, los indios realizaban una fiesta de un Ecce Homo, que quiere decir Cristo Cautivo.
El Ecce Homo es una fómula inocográfica (imagen) que tiene sus bases en los pasajes bíblicos del Evangelio de Juan, donde Poncio Pilato presenta a Jesús de Nazareth con la palabras “ecce homo”, que quiere decir “aquí está el hombre”. En ese momento, Jesús aparece ante la multitud flagelado, atado de manos y con la corona de espinas. En la Edad Media este acontecimiento bíblico se traslada con mucha fuerza a las expresiones artísticas como la pintura y la escultura con la finalidad de evangelizar y ganar devotos y fieles.
Entonces, la imagen del Cristo Cautivo de Ayabaca corresponde al modelo iconográfico del Ecce Homo: el Cristo con las manos atadas y la boca entreabierta, mostrando las heridas de la flagelación y portando una corona de ramas con espinas y huellas de sangre. Este tema apareció con frecuencia en el arte europeo del siglo XV y se mantuvo en boga hasta fines del siglo XVII y, como es lógico, con la conquista y evangelización se introdujo en América (Olivas Weston.1999).
El homólogo del Señor Cautivo de Ayabaca es el Cristo de Medinaceli en Madrid (España), una escultura tallada del siglo XVII que fue imagen de culto para los soldados españoles en Marruecos. Según la historia, la escultura cae prisionera de los moros y es rescatada por los padres trinitarios, atribuyéndole cualidades milagrosas. Respecto al Señor Cautivo de Ayabaca, una de las leyendas en torno a su origen hace referencia a esta historia, donde se le acuña el término de “Cautivo” a la imagen del Cristo Moreno debido a que estuvo prisionero.
Es a mediados del siglo XVIII, cuando el propio pueblo de Ayabaca decidió adoptar como santo patrón al Señor Cautivo. Marcela Olivas Weston describe la imagen como “una delicada talla de madera de cuerpo entero. Es de tez morena, es un Cristo negro. Sus facciones son delicadas. Tiene la nariz perfilada, la barba tupida, el pelo largo ensortijado y de color marrón. La expresión de su rostro es muy fuerte, pero a la vez es muy dura. Sus ojos miran hacia abajo y su mirada es penetrante. La boca está entreabierta y por su rostro recorren algunas gotas de sangre”. Estas mismas características son propias también del Cristo de Medinaceli en España. Ambas imágenes se encuentran con las manos atadas y expresan signos de flagelación, visten trajes de terciopelo bordados con finos hilos de oro y plata, pedrería y lentejuelas. Ambas imágenes tienen una corona y llevan la cruz de la orden trinitaria en el centro.
Finalizamos diciendo que es importante reflexionar sobre estas manifestaciones, donde podemos encontrar elementos claves de nuestra historia que nos sirven para entender quiénes somos y cómo podemos actuar ante nuestras expresiones culturales para salvaguardarlas, actualizarlas y practicarlas con conocimiento y respeto.
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Aquí se han presentado algunas conclusiones de un trabajo de investigación que fue realizado en la Universidad. La religiosidad popular peruana es un elemento principal de nuestra identidad y diversidad cultural. El origen del Señor Cautivo de Ayabaca, así como su festividad aún es un tema poco abordado. Cualquier aclaración, recomendación y/o sugerencia es bienvenida.